martes, 22 de marzo de 2022

FEROZ.

Camina. No te pares, camina. Olvídate de las cucarachas y las ratas y sigue caminando. Quedan pocos metros. ¿Oyes los perros? Lo suponía. Están cerca. La herida del hombro no para de sangrar. Me duelen los pies. Pero no es momento de preocuparse por eso. Tú camina y llegarás.

De repente una ráfaga de disparos me hace tirarme al asqueroso suelo. En pie. Camina. Desde esa distancia no te podrán alcanzar, ¿o sí? Da igual. Un paso, otro paso, un paso, otro paso. Eso es. Tienes que reservar fuerzas para cuando estés fuera.

¡Que me está mordiendo! Mierda es un perro. A puntapiés logro quitármelo de encima pero el cabrón insiste hasta que lo agarro y lo ahogo en un charco profundo que ahora me toca atravesar.

El olor es cada vez más nauseabundo pero tú a lo tuyo. Ese maldito perro estuvo a punto de... ¡Coño! ¡Coño! ¿De dónde vienen esos disparos? A ver... Voy a asomar la jeta otra vez. ¡Hostias! Vienen del túnel de salida. Pero puede que esté solo. Cubriendo ese lado. Hoy es mi día de suerte y nadie me lo va a joder. Me sumerjo en el agua, aparezco delante de su cara y le hundo los dedos en los ojos.

Mejor no me llevo el arma porque no puedo manejarla con la herida. Pego unos cuantos tiros al techo por si alguien me responde pero no. Hoy es tu día de suerte, ya lo sabes. Quedan pocos metros ya. Pero mierda, me han localizado. Escucho órdenes entre los muros. Me quieren vivo.

Oigo el trote de unos pasos que se acercan demasiado a mi. Son de la brigada, estos también llevan armas. Tengo que quitársela a uno. Dicho y hecho, el pobre malnacido suplica por su vida mientras le estrangulo. Ya tengo el arma, pasamos al plan b.

Tengo que abrirme paso a tiros hasta llegar a aquel lodazal. ¡Ahora! Y voy descerrajando disparos a diestro y siniestro encomendándome a todos los santos. Me han dado en el pie izquierdo pero los he conseguido despistar.

Escarbo en el lodazal hasta que empiezo a ver la luz del día que me ciega los ojos. Al otro lado está mi salvación. Salgo a parar a un bosque, creo que me he equivocado de lugar. Tendría que ser una carretera. ¡Hostias! De repente noto como un cañón de escopeta me aprieta la nuca. Se me encogen los testículos. Después una voz que dice:

- Suelta el arma muy despacio, date la vuelta poco a poco. Eso es. Muy bien muchacho. Y ahora quiero que me escuches bien. En este coto de caza no queremos furtivos. ¡Me has entendido!




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