martes, 22 de marzo de 2022

BEBEMOS.

Ese soy yo bebiendo, pero no para olvidar. Bebo de felicidad.
¡A la mierda Alcohólicos Anónimos!
Hoy celebro el fallecimiento de mi padre y de mi madre.
Cada copa es un brindis a la vida.
No me queda mucho tiempo aquí.
Quizás ésta sea la última copa en muchos años.
He matado a mi padre de la forma más dolorosa posible.
Y lo he hecho por mi madre. Pero no porque fuera una maltratador, no.
Era un cobarde, un esclavo del trabajo, un alma en pena que no nos hacía ni puto caso. Y mi madre desatendida, olvidada, denostada.
Mi padre sangraba a cada puñalada por años de olvido.
Mi padre no quiso hacerse cargo de mi madre cuando empezaron los síntomas del alzheimer. Mi madre desvariaba y a mi me hacía mucha gracia. Pero me quitó la alegría de cuajo. Se deshizo de ella y se dio a la bebida. Nos dimos a la bebida, lo único que nos unía.
Tenía que ir a esa asquerosa residencia para poder ver a mi madre pudrirse.
Maté a mi madre de la forma más humana posible, con delicadeza coloqué la almohada sobre su cara hasta que dejó de respirar. Estaba tan sedada que ni se enteró.
Yo puede que sea un asesino y un alcohólico pero he hecho lo que tenía que hacer. Además no me escondo.
Estoy esperando cómodamente a la policía tras haber confesado por teléfono.
Ni siquiera se pasó por mi mente el suicidio, yo no soy un cobarde como mi padre.
Ya se oyen las sirenas, son cantos celestiales para mi. Vivir en una prisión no se me antoja tan duro para lo que me espera de vida, una cirrosis galopante va a acabar conmigo en poco tiempo.
Apuro la copa porque acaba de entrar la policía.

¡Salud!

No hay comentarios:

Publicar un comentario