sábado, 2 de julio de 2022

DIARIOS DE HOSTAL (Basado en hechos reales)

Día 165.

Otra noche que me esperaban ocho horas por delante de drogas y silencio. A la izquierda a mis pies, Nico, el yorkshire. mi mejor compañero de curro hasta la fecha. Madrugada del domingo al lunes, ni Dios por las calles. Me meto mi considerable raya de coca para entrar en calor regado con Red Bull. Me pongo a escribir esta mierda hasta que noto el subidón y no me queda más remedio que meterme un pico de caballo para contrarrestar los efectos del perico. He metido más de la cuenta en la cucharilla. Alguien llama al timbre. Son dos gays con pasta. Apenas puedo hablar. Les digo a trancas y barrancas que solo me queda una habitación y que vale (el doble para sacarme unas pelillas que ando un poco tieso estos días) 90€. Aceptan como depravados que son. Le doy la habitación de al lado de mi jefe. Que se joda. Nico y yo nos vamos a dar una vuelta alrededor de la puerta del hostal para ver si me despejo. Voy a la sala de desayunos y me hago un par de cafés. Me quedo dormido en el sofá hasta que mi compi me despierta a lametazos. Son las seis de la madrugada, luego he dormido dos horas. Bajan los gays encantados de la vida que huelen a popper a kilómetros de distancia. Me dan una propina de diez euros. Me sabe mal haberles estafado. A las siete y media llega la mujer de la limpieza, apunto de jubilarse ya pero que se las sabe todas. Un día me pilló el papel albal quemao de la papelera. Son las ocho de la mañana, hora de irme. Llega mi reemplazo, un pollo estirao con cara de perdonavidas y de Donlohagotodobien. Me despido de mi amigo haciéndole carantoñas. Hoy no les voy a pillar a los negros de la glorieta. Demasiado mezclado todo. Me voy a los bajos de Orense.



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