viernes, 30 de abril de 2021

CONSEJOS (PARTE 3): LIBRETAS.

Aunque ahora es fácil tomar notas con los dispositivos electrónicos (teléfono móvil, tablet, etc) hubo un tiempo en que para apuntar esa idea maravillosa se hacía con una libreta.

Desde Garai Editorial nuestro más sincero homenaje a las libretas para tomar apuntes y sus diferentes formatos.

Os dejamos con un simpático enlace donde se fomenta la escritura en ellas:

http://estudioavellana.com/ideas-utilizar-libretas/



miércoles, 28 de abril de 2021

CONSEJOS (PARTE 2): LOS PERIÓDICOS.

La inspiración, como decía el maestro, te llega trabajando y una buena forma de que llegue son los olvidados periódicos en papel.

Desde Garai Editorial, fomentamos la lectura de esos viejos olvidados.


Os dejamos este enlace de una web muy interesante que os guiará en este proceso:

https://escribirr.com/crear-historias-inspirarse-en-periodico/





 

martes, 27 de abril de 2021

lunes, 26 de abril de 2021

HASTA DONDE LA MENTE OS LLEVE.

 EMPEZAMOS NUESTRA ANDADURA EN GARAI EDITORIAL


Bienvenidos a vuestro rincón de escritura creativa hasta donde la mente os lleve.

Un saludo de todo el equipo.

sábado, 24 de abril de 2021

EL MUNDO DE LAS IDEAS (Una aproximación para empezar).

- Un verdadero resumen para empezar a escribir:

Ideas para escribir creativamente en español | Verbling




- Aristóteles Vs Platón. El mundo de las ideas:

La diferencia fundamental entre las metafísicas platónica y aristotélica es la entidad que se concede a los conceptos universales (“ideas” en Platón, “formas” en Aristóteles). Mientras que Platón considera que son trascendentes y existen en un mundo inteligible separado de alguna manera del mundo sensible, Aristóteles cree que solo existe un mundo y que en consecuencia los conceptos universales son inmanentes, esto es, solo existen de manera plena dando forma a los particulares. Según Aristóteles, cuando el particular se disgrega y desaparece, su materia se transforma en otra cosa y su forma simplemente desaparece. Ahora bien, Aristóteles concedía a las formas una cierta entidad permanente, si bien solo potencial, no actual: las formas son plenamente reales solo de manera inmanente a los individuos, pero siguen existiendo como posibilidad (en potencia) tras la desaparición de estos, y por tanto en cierto sentido son más permanentes que los individuos y por tanto más reales (tal como decía Platón). De tal modo que, a pesar de considerar que los individuos (substancia primera) son plenamente reales, la metafísica aristotélica se sigue basando en formas inteligibles e inmateriales (substancia segunda), como la de Platón.

Por otra parte, Aristóteles admite también la existencia de un ente inteligible e inmaterial que tiene existencia plenamente real por sí mismo (esto es, existencia actual), el Motor Inmóvil (Platón reconoce muchas de estas entidades, puesto que cada idea es inteligible, inmaterial y plenamente existente de manera actual). El Motor Inmóvil de Aristóteles tiene en la teoría de este el mismo papel que la Idea de Bien en la de Platón: ambos son el Ser por excelencia, el ente más real y permanente que existe, eterno e inmutable, y ambos son causa del resto de la realidad (en los dos casos causa ejemplar y final, no eficiente), y por tanto los dos, el Motor Inmóvil y la idea de Bien representan a Dios (o mejor dicho, “lo divino”) en sus respectivos sistemas. Sin embargo, existen importantes diferencias entre ambos. En primer lugar, aunque ninguno de los dos es un “dios personal”, el Motor Inmóvil se acerca un poco más a este, ya que es consciente (de sí mismo, y de la existencia del mundo, aunque no de los particulares concretos que hay en el mismo) mientras que la idea de Bien es un concepto puramente abstracto del que en ningún momento dice Platón que sea autoconsciente. Por otra parte, el Motor Inmóvil es un principio físico, mientras que la idea de Bien es un principio ético. En realidad esta diferencia no es muy profunda, ya que en ambos casos se considera que representa la máxima perfección del Ser y que el resto de entes se mueven para acercarse a dicha perfección (sería por tanto un ejemplo más del énfasis platónico en lo ético-político y el énfasis aristotélico en lo físico-biológico, más que una diferencia profunda). Ambas metafísicas son, por tanto, teleológicas, esto es, conciben la realidad como dirigida a un fin previamente establecido que se identifica con la perfección (ambas son herederas del “Nous” de Anaxágoras), y ambas se oponen a la visión mecanicista de Demócrito según la cual el universo se mueve al azar sin ningún plan previo (esta oposición es mucho más explícita en Aristóteles, que se ocupa, a diferencia de Platón, de los mismos problemas físicos que tratara Demócrito). Tanto en Platón como en Aristóteles (y a diferencia no solo de Demócrito sino también del hilozoísmo originario de la filosofía griega) la materia es pasiva y no tiene movimiento por sí misma, por lo cual ha de recibir dicho movimiento desde una realidad inmaterial, y por tanto inteligible. También para ambos autores (como para el común de los griegos) la materia es eterna y no ha sido creada, sino que ha existido siempre, aunque recibe su estructura no de sí misma sino de los principios inteligibles (ideas y formas, respectivamente). Aristóteles no presenta un desprecio tan grande por la materia como el que encontramos en Platón, algo que se nota en la ética aristotélica, mucho más permisiva con las necesidades corporales y menos ascética que la de Platón, que consideraba a la materia como la cárcel del alma.

El esquema tripartito del alma es casi idéntico en los dos autores. Ambos consideran que el alma pertenece a la realidad inteligible (es una idea o una forma, respectivamente) y que es la que da estructura al cuerpo. Ambos la dividen en tres partes según sus funciones, aunque utilizando un símil social en el caso de Platón y un símil biologicista en el de Aristóteles (de nuevo los matices debidos al diferente peso relativo de la ética y las filosofías segundas en la obra de ambos). La diferencia clave se encuentra en que, mientras que Platón considera que el alma racional es inmortal, Aristóteles afirma que, como todas las formas, desaparece cuando desaparece el individuo, y por tanto afirma que es mortal. Aristóteles solo admite una parte inmortal dentro del alma racional, que es el entendimiento agente, y que no contiene los recuerdos del individuo, sino que es algo común a todos los hombres y recibido desde fuera. En Platón no encontramos esta división del alma racional en dos partes, un entendimiento agente que produce la abstracción y un entendimiento paciente que recibe los conceptos abstraídos. Sin embargo la distinción de los dos entendimientos en Aristóteles tiene una raíz platónica. En efecto, Aristóteles caracteriza al entendimiento agente como una luz que se recibe desde el exterior, en un pasaje que recuerda poderosamente a la analogía del Sol. El entendimiento agente por tanto cumple en la doctrina de Aristóteles el mismo papel que cumplía la idea de Bien como intermediario que produce el conocimiento inteligible en la doctrina platónica, con la diferencia de que Aristóteles lo integra como una parte del alma racional, aunque separable de esta y recibida desde el exterior. 

jueves, 22 de abril de 2021

MIENTRAS TANTO...

Seguimos con el proceso de selección del grupo de trabajo. Mientras tanto podéis seguir las recomendaciones que damos en Garai Editorial nuestro desdoblamiento en LinkedIn.



miércoles, 21 de abril de 2021

UN POCO DE MAGIA DE NUESTROS PADRINOS JULIO CORTAZAR Y NELSON MANDELA.

 Siempre parece imposible, hasta que se hace. – Nelson Mandela


CONTINUIDAD DE LOS PARQUES de Julio Cortázar

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.

Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.


BIENVENIDXS A LA JUNGLA.

 Bienvenidxs al blog.


Estas son las reglas: las que nos pongamos nosotrxs.


Podéis escribir con libertad.


Un saludo y gracias por colaborar en este proyecto.